martes, 23 de febrero de 2016

LAS BATUECAS SIERRA DE FRANCIA: Encinas, agua, y retratos del pasado.

Hoy, en un día totalmente primaveral, me acompaña mi amiga y compañera de “pajareo” Diana. Elegimos como destino de paseos y observaciones el Parque Natural de Batuecas y la Sierra de Francia.

EL Parque Natural se encuentra situado en la vertiente meridional de la provincia de Salamanca, aunque en nuestro recorrido iremos introduciéndonos en ocasiones en los límites con Extremadura.

En dos horas llegamos a La Alberca, y directamente nos dirigimos a la Casa del Parque, a los pies de la imponente Peña de Francia (no subimos, pero las vistas desde allí deben ser espectaculares). Allí, nos brindan información, ya que ninguna de las dos conocemos la zona, y Diana aprovecha a sellar su Cuaderno del viajero y recibe como premio una camiseta con la Cabra Montés impresa, el emblema de este Parque. ¡A mí siempre se me olvida!


La ruta

Nos aconsejan que sigamos las carreteras haciendo una ruta circular que finalmente vuelve a morir a La Alberca, haciendo paradas en algunos de los puntos más interesantes.

Mapa de ruta


Este es el mapa de la comarca. He señalado con números los lugares donde hemos hecho parada, en orden ascendente de recorrido.


“Ruteando” entre encinas

Nos ponemos en marcha comenzando a descender desde los altos de la Sierra hasta la parte baja esculpida por el “Regato de la Jorra”. 

Hacemos varias paradas en miradores (puntos 2 y 3) para contemplar las magníficas vistas.

Lo que más me llama la atención recorriendo estas sinuosas carreteras, es la vegetación: entre amplios bosques de encinas (Querqus ilex) de singulares formas retorcidas (seña de identidad de este espacio), encontramos alcornoques (Quercus suber), tejos (Taxus baccata), madroños (Arbutus unedo) y enebros (Juniperus communis). Ocupando la jara pringosa (Cistus ladanifer)  y el brezo (Erica sp.) (en flor),  los espacios que éstos dejan.

Otro aspecto bastante llamativo es la geología, predominantemente granítica, y salpicada de pizarras y cuarcitas, forradas de líquenes crustáceos. Estos materiales forman características  composiciones en el paisaje, sobre todo en zonas altas y en los cortados de las hoces,  compuestos de grandes bloques en forma casi geométrica, además de amplios canchales de piedra.

En uno de los miradores hay una fuente antigua, protegida por hiedra (Hedera hélix) y custodiada por un inmenso alcornoque del que me quedo fascinada.


Corteza del alcornoque

Yo, aprovecho, a recolectar con prudencia algunas muestras de plantas y ramas, para añadir a mi herbario, mientras Diana se lleva recuerdos con su cámara de fotos.

En conjunto, un paisaje muy llamativo a mis ojos, acostumbrados a las vistas de la Cordillera Cantábrica.


El río Batuecas y el Santuario de San José

Como paseo recomendaría el que va desde el Santuario de San José (habitado pero no visitable) (punto 4 en el mapa), hasta las pinturas rupestres del “Canchal de las cabras pintadas” (4 km ida/vuelta).  Más que las pinturas en sí (las cuales no dejan de ser una reliquia de nuestra historia, pero que se encuentran en un estado bastante deteriorado), destacaría la belleza del entorno, desde el mismo aparcamiento, hasta el final de la ruta.


Paseo entre el río Batuecas y la pared del Santuario de San José

El río Batuecas, claro y cristalino, serpentea entre piedras y raíces, haciéndole pasar por numerosos saltos y cascadas, que en esta época bajan con bastante agua. Es una zona de sotobosque donde podemos avistar algunas de las pocas aves que identificamos en la jornada, ya que hemos estado más pendientes de la cámara de fotos que de los prismáticos en esta ocasión. Pinzones vulgares (Fringilla coelebs), herrerillos (Cyanistes caeruleus) y carboneros (Parus major), etc., cantan entre los robles (Querqus robur), castaños (Castanea sativa), y abedules (Betula pendula).

Nos detenemos a observar un eucalipto (Eucalyptus Globolus) de enormes dimensiones flanqueando uno de los muros del citado monasterio.


Eucalipto del Santuario de San José


El Meandro del río Alagón

Como enclave natural imprescindible de este territorio, y quizás una de las vistas más espectaculares que he podido apreciar últimamente, destacaría el Meandro del Melero.  Se encuentra en el límite oriental de las Hurdes, dibujado por el río Alagón, por lo que desde el “Mirador de La Antigua” nos podemos hacer una idea de las características de este singular paisaje.



Vistas desde el "Mirador de la Antigua"

Para acceder al mirador hay que ir hasta el pueblo de Riomalo de Abajo, y tomar un camino rodeado de pinos (Pinus sylvestris) en la parte  baja, y de bosque de matorral, jara, y brezal en la zona más alta,  de unos 2 km y medio, al que se puede subir en coche.
Las vistas del meandro son espectaculares. Minado de pinos y bordeado por arenas y limos que deposita el río en su sinuoso trayecto, en el que crece vegetación herbácea de un intenso color verde claro.
Además nos han dicho que es un buen lugar para ver y escuchar la berrea del ciervo.


Mirador de las Juntas y el Puente de piedra

Después de la abrumadora sensación que nos llevamos después de esta parada, seguimos ruta y nos dirigimos hacia el “Mirador de las Juntas” (punto 6), allá donde el río “Cuerpo de Hombre” vierte sus aguas al río Alagón, que apenas un km atrás ya lleva la compañía de las aguas del rio Francia. Destacamos el bonito puente romano, que peina estas aguas.


Miranda del Castañar y Mogarraz

Nos acercamos ya al final de la jornada,  en busca de dos pueblos de los que nos han hablado mucho y que son de visita obligada: Miranda de Castañar, y Mogarraz.


Miranda del Castañar se encuentra apoyado sobre un alto, dominando toda la sierra. Se caracteriza por la muralla y sus cuatro puertas, que al pasar por ellas, te transportan a la vida en una ciudad medieval. Destacan a su vez numerosos monumentos, como el castillo, el cual nos da una idea de la importancia que tuvo esta localidad en el pasado.  
  
Pero lo que más nos gusta es adentrarnos y perdernos por sus estrechas calles, apuntaladas por casas y casonas (algunas blasonadas) que mantienen por completo toda su belleza medieval.




Miranda del Castañar

Abandonamos sus calles para adentrarnos en las de Mogarraz, mas intrincadas y estrechas,  presentado una estructura urbanística de trama más medieval aun si cabe.
Al llegar, nos encontramos con una sorpresa, que yo rápidamente supe identificar, ya que casualmente la pasada semana había visto un documental que hablaba sobre “La exposición Retrata-2-388”.

En ella, el artista Florencio Maíllo, realiza 388 retratos sobre planchas de metal utilizando como modelo las fotografías que en los años 40 ordenó hacer el alcalde del pueblo a todos los habitantes mayores de edad, para el carnet de identidad. Así, cada retrato, cargado de miradas e historia, cuelga de las casas donde viven o vivieron sus protagonistas.




Mogarraz, y retratos de Florencio Maíllo en Mogarraz

¡Que iniciativa tan bonita y curiosa!

Con la mente cargada de viejas miradas de mogarraceños, nos despedimos hasta la próxima.



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