Hoy, en un día totalmente primaveral, me acompaña mi amiga y
compañera de “pajareo” Diana. Elegimos como destino de paseos y
observaciones el Parque Natural de
Batuecas y la Sierra de Francia.
EL Parque Natural se encuentra situado en la vertiente
meridional de la provincia de Salamanca,
aunque en nuestro recorrido iremos introduciéndonos en ocasiones en los límites
con Extremadura.
En dos horas llegamos a La
Alberca, y directamente nos dirigimos a la Casa del Parque, a los pies de la imponente Peña de Francia (no subimos, pero las vistas desde allí deben ser
espectaculares). Allí, nos brindan información, ya que ninguna de las dos
conocemos la zona, y Diana aprovecha a sellar su Cuaderno del viajero y recibe
como premio una camiseta con la Cabra Montés impresa, el emblema de este
Parque. ¡A mí siempre se me olvida!
La ruta
Nos aconsejan que sigamos las carreteras haciendo una ruta
circular que finalmente vuelve a morir a La Alberca, haciendo paradas en
algunos de los puntos más interesantes.
Mapa de ruta
Este es el mapa de la comarca. He señalado con números los
lugares donde hemos hecho parada, en orden ascendente de recorrido.
“Ruteando” entre
encinas
Nos ponemos en marcha comenzando a descender desde los altos
de la Sierra hasta la parte baja esculpida por el “Regato de la Jorra”.
Hacemos varias paradas en miradores (puntos 2 y 3) para contemplar las magníficas vistas.
Hacemos varias paradas en miradores (puntos 2 y 3) para contemplar las magníficas vistas.
Lo que más me llama la atención recorriendo estas sinuosas
carreteras, es la vegetación: entre amplios bosques de encinas (Querqus ilex) de singulares formas
retorcidas (seña de identidad de este espacio), encontramos alcornoques (Quercus suber), tejos (Taxus baccata), madroños (Arbutus unedo) y enebros (Juniperus communis). Ocupando la jara
pringosa (Cistus ladanifer) y el brezo
(Erica sp.) (en flor), los espacios
que éstos dejan.
Otro aspecto bastante llamativo es la geología, predominantemente
granítica, y salpicada de pizarras y cuarcitas, forradas de líquenes crustáceos.
Estos materiales forman características composiciones en el paisaje, sobre todo en zonas
altas y en los cortados de las hoces, compuestos de grandes bloques en forma casi
geométrica, además de amplios canchales de piedra.
En uno de los miradores hay una fuente antigua, protegida
por hiedra (Hedera hélix) y
custodiada por un inmenso alcornoque del
que me quedo fascinada.
Corteza del alcornoque
Yo, aprovecho, a recolectar con prudencia algunas muestras
de plantas y ramas, para añadir a mi herbario, mientras Diana se lleva
recuerdos con su cámara de fotos.
En conjunto, un paisaje muy llamativo a mis ojos,
acostumbrados a las vistas de la Cordillera Cantábrica.
El río Batuecas y el Santuario
de San José
Como paseo recomendaría el que va desde el Santuario de San José
(habitado pero no visitable) (punto 4 en el mapa), hasta las pinturas rupestres del “Canchal de las
cabras pintadas” (4 km ida/vuelta). Más
que las pinturas en sí (las cuales no dejan de ser una reliquia de nuestra
historia, pero que se encuentran en un estado bastante deteriorado), destacaría
la belleza del entorno, desde el mismo aparcamiento, hasta el final de la ruta.
El río Batuecas,
claro y cristalino, serpentea entre piedras y raíces, haciéndole pasar por
numerosos saltos y cascadas, que en esta época bajan con bastante agua. Es una
zona de sotobosque donde podemos avistar algunas de las pocas aves que
identificamos en la jornada, ya que hemos estado más pendientes de la cámara de
fotos que de los prismáticos en esta ocasión. Pinzones vulgares (Fringilla coelebs), herrerillos (Cyanistes caeruleus) y carboneros (Parus major), etc., cantan entre los
robles (Querqus robur), castaños (Castanea sativa), y abedules (Betula pendula).
Nos detenemos a observar un eucalipto (Eucalyptus Globolus) de enormes dimensiones flanqueando uno de los
muros del citado monasterio.
Eucalipto del Santuario de San José
El Meandro del río
Alagón
Como enclave natural imprescindible de este territorio, y
quizás una de las vistas más espectaculares que he podido apreciar últimamente,
destacaría el Meandro del Melero. Se encuentra en el límite oriental de las Hurdes, dibujado por el río Alagón, por
lo que desde el “Mirador de La Antigua”
nos podemos hacer una idea de las características de este singular paisaje.
Para acceder al mirador hay que ir hasta el pueblo de Riomalo de Abajo, y tomar un camino
rodeado de pinos (Pinus sylvestris) en
la parte baja, y de bosque de matorral,
jara, y brezal en la zona más alta, de
unos 2 km y medio, al que se puede subir en coche.
Las vistas del meandro son espectaculares. Minado de pinos y
bordeado por arenas y limos que deposita el río en su sinuoso trayecto, en el
que crece vegetación herbácea de un intenso color verde claro.
Además nos han dicho que es un buen lugar para ver y
escuchar la berrea del ciervo.
Mirador de las Juntas
y el Puente de piedra
Después de la abrumadora sensación que nos llevamos después
de esta parada, seguimos ruta y nos dirigimos hacia el “Mirador de las Juntas”
(punto 6), allá donde el río “Cuerpo de Hombre” vierte sus aguas al río Alagón,
que apenas un km atrás ya lleva la compañía de las aguas del rio Francia.
Destacamos el bonito puente romano,
que peina estas aguas.
Miranda del Castañar
y Mogarraz
Nos acercamos ya al final de la jornada, en busca de dos pueblos de los que nos han
hablado mucho y que son de visita obligada: Miranda de Castañar, y Mogarraz.
Miranda del Castañar
se encuentra apoyado sobre un alto, dominando toda la sierra. Se caracteriza
por la muralla y sus cuatro puertas, que al pasar por ellas, te transportan a
la vida en una ciudad medieval. Destacan a su vez numerosos monumentos, como el
castillo, el cual nos da una idea de la importancia que tuvo esta localidad en
el pasado.
Pero lo que más nos gusta es adentrarnos y perdernos por sus
estrechas calles, apuntaladas por casas y casonas (algunas blasonadas) que
mantienen por completo toda su belleza medieval.
Abandonamos sus calles para adentrarnos en las de Mogarraz, mas intrincadas y
estrechas, presentado una estructura urbanística
de trama más medieval aun si cabe.
Al llegar, nos encontramos con una sorpresa, que yo
rápidamente supe identificar, ya que casualmente la pasada semana había visto
un documental que hablaba sobre “La
exposición Retrata-2-388”.
En ella, el artista Florencio Maíllo, realiza 388 retratos
sobre planchas de metal utilizando como modelo las fotografías que en los años
40 ordenó hacer el alcalde del pueblo a todos los habitantes mayores de edad,
para el carnet de identidad. Así, cada retrato, cargado de miradas e historia,
cuelga de las casas donde viven o vivieron sus protagonistas.
Mogarraz, y retratos de Florencio Maíllo en Mogarraz
¡Que iniciativa tan bonita y curiosa!
Con la mente cargada de viejas miradas de mogarraceños, nos
despedimos hasta la próxima.
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