miércoles, 24 de febrero de 2016

BURGOS: EL TRIÁNGULO DE ARLANZA

Esta jornada la disfrutamos Edu y yo a mediados del mes de noviembre de 2015. Fue fruto de la improvisación (como casi siempre). Yo ya había estado por la zona del desfiladero de La Yecla y en Santo Domingo de Silos. Por lo que emprendimos ruta desde Valladolid hacia allí.

En el trayecto divisamos un pueblo grande y atalayado, que nos pareció interesante de concer. Era Lerma, el cual reconocí nada más llegar a su gran plaza, de casi 7.000 m2, en lo mas alto del cerro, custodiada por el Palacio Ducal de Lerma, hoy convertido en Parador Nacional.

Palacio del Duque de Lerma

Una vez reconocido y con unos cuantos recuerdos en la mochila de mi anterior visita, nos dirigimos en primer lugar a la Oficina de Turismo. Allí recibimos detallada información, no solo de la Villa, sino de toda la comarca que fecunda el río Arlanza.

El detalle del recorrido que realizamos, fue el que se conoce como “El triángulo del Arlanza”: Lerma, Covarrubias y Santo Domungo de Silos.

Mapa del recorrido "Triángulo del Arlanza"


Villa de Lerma: Conjunto histórico-artístico

Nada más entrar y callejear por Lerma, uno puede percibir el olor a historia, a grandeza de otros tiempos. No es de extrañar, que se considere el conjunto urbano mejor conservado del siglo XVII. 

Sobre un pequeño núcleo medieval bien aposentado sobre un altozano, en lugar estratégico, el Duque de Lerma mandó construir a principios del sXVII una corte de recreo para el Valladolid cortesano de Felipe III. Y tanto que lo hizo. La Villa consta nada más y nada menos que de seis monasterios, el famoso Palacio Ducal, colegiata, pasadizos “secretos”, fábricas, imprenta, hospital; y al abrigo del valle y sustentado por el Arlanza, numerosos huertos y jardines (con su coto de caza correspondiente, que no falte).

Uno se imagina escenas de caza reales, batallas, soldados, etc. Pero también Lerma fue cuna y retiro de escritores, como nuestro José Zorrilla. Estuvimos buscando la casa donde vivió, pero no la encontramos.



Detalles y calles de Lerma


La Torre de Covarrubias

Villa Rachela, llaman a esta bonita localidad, ejemplo de libro de la arquitectura castellana, con sus casas de adobe, y clásico entramado de madera.

Casas de Covarrubias

Llegando al pueblo ya atisbamos el torreón, asomándose cual secuoya pétrea por encima de los tejadillos del pueblo. Es el Torreón de Fernán González, que en el sX, convierte a Covarrrubias en capital de su infantado. 20 m de alto en una mole robusta de piedra, impregnada de la pátina negruzca que la dan sus más de 10 siglos de vida. Se llevó, bien merecidas,  unas cuantas de nuestras fotos.

Torreón de Fernán González

Como grandes personajes hay que destacar en el sXIII al infante Don Felipe y su mujer, la princesa Kristina de Noruega, enterrada en la antigua Colegiata. Me sorprende la gran representación que tiene aun la princesa, en una escultura cuya gemela  se encuentra Tønsberg, Noruega, ciudad hermanada con Covarrubias, además de los numerosos souvenirs que la hacen referencia.

Kristina de Noruega


Monasterio de San Pedro de Arlanza

Emprendemos una retorcida carretera dirección Hortigüela, haciendo varias paradas en el arcén para observar con el telescopio las colonias de buitres leonados (Gyps fulvus) que vigilan desde los cortados haciendo competencia a las sabinas (Juniperus sabina).

Nos encontramos en una zona natural privilegiada, los Sabinares de Arlanza, siendo el bosque de esta especie más extenso y mejor conservado de Europa. La acompañan sus hermanos los enebros (Juniperus communis)  y  encinas (Quercus ilex) de curioso porte arbustivo.

En una de las bajadas de la sierra, y a orillas de nuestro inseparable compañero en esta jornada, el río Arlanza, aparece, en medio de la nada, el misterioso y abandonado Monasterio de San Pedro de Arlanza. La luz de media tarde y las aulagas (Genista scorpius), tomillos (Thymus, sp.), y lavandas (Lavandula angustifolia) que encuentran su lugar entre la desmebrada edificación, le dan un halo más místico aún.

Recomiendo profundamente su visita, sobre todo para aquellos amantes de la fotografía. Sus tumbas descubiertas, columnas y capiteles medio derruidos, cubiertos de oscuro musgo, son un espectáculo. Quizás, el punto de la jornada que más me sorprendió.
Cuando fuimos nosotros estaba cerrado, pero desde fuera se puede ver la nave central del monasterio, y si uno es como yo, un poco lagartijilla, puede colarse entre la puerta de entrada ;).

Fue fundado en el año 912 y abandonado tras la desamortización de Mendizábal, pasando los años, se ha convertido en las ruinas que hoy en día vemos.


Ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza

Asomando entre las ruinas, se ve la copa de un enorme abeto, pero al estar cerrado no pudimos verlo. Como apasionada de la botánica, luego leí que se trata de un Pinsapo (de 160 años de edad). Es curioso porque esta especie de abeto solo crece en el sur de la Península y en el Rif de Marruecos.

Nos despedimos del monasterio con aires de cierta nostalgia, y de curiosidad por imaginar los secretos que sus piedras esconden.


Desfiladero de La Yecla y los Sabinares de Arlanza.

Nos dirigimos en dirección Santo Domingo de Silos, con la bienvenida de un águila calzada (Hieraaetus pennatus) apostada sobre una señal de tráfico. Sin hacer parada, ya que luego volveríamos por un motivo muy especial, descendemos hacia el desfiladero.

Un gran túnel perfora la roca, y justo al otro lado, dejamos el coche, para recorrer el escaso recorrido del desfiladero, de menos de 1 km de longitud. Aunque yo ya había estado, la magia de este escondido paraje es abrumadora. Una profunda y estrecha garganta de 100 m de alto, excavada en la gran mole caliza, surcada de pasarelas y puentes, teniendo como piso el cristalino arroyo de La Yecla. Los colores y las formas son muy llamativos, consecuencia del proceso kárstico que ha llevado a la disolución del carbonato cálcico de la caliza de montaña.



Desfiladero de La Yecla y Tunel

Saliendo del desfiladero nos cuesta volver a acomodar la vista al paisaje abierto, para tomar de nuevo la carretera que nos lleva a Santo Domingo de Silos, última parada del viaje.


Gregoriano en Santo Domingo de Silos

Llegamos a Silos casi de noche, y después de comer como 1 kg de postres, nos dirigimos al emblemático monasterio benedictino.

Después de una visita muy detallada al monasterio por el guía del mismo (increíble la explicación de los capiteles del claustro, guardando el famoso ciprés del soneto de Gerardo Diego), nos dirigimos a la iglesia, para, en silencio, contemplar el sosegado ir y venir de monjes deleitandonos con sus cánticos en gregoriano.

Aquí os dejo el enlace al horario de las Celebraciones con asistencia de público: http://www.abadiadesilos.es/activida.htm

Claustro y Ciprés de Silos 

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.

Chorro que a las estrellas casi alcanza

devanado a sí mismo en loco empeño.



Mástil de soledad, prodigio isleño,

flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,

peregrina al azar, mi alma sin dueño.



Cuando te vi señero, dulce, firme,

qué ansiedades sentí de diluirme

y ascender como tú, vuelto en cristales,



como tú, negra torre de arduos filos,

ejemplo de delirios verticales,

mudo ciprés en el fervor de Silos.



“El Ciprés de Silos”, Gerardo Diego (1924)

Con el inmortal soneto de Gerardo Diego, y la paz que nos aporta esta última visita, ponemos rumbo a Valladolid, escuchando en el coche el disco de Neønymus - Ø (2013) que Edu ha comprado en el monasterio. 

                                                   Neønymus - Ø (2013) 

Reseña de Edu sobre el disco: Se trata del trabajo de un músico y cantautor de la zona -del Arlanza-, Jesús Silverio Cavia Camarero, 'Silverius de Ura', y está grabado en la misma abadía. Es bastante variado, tiene temas en plan chamánico, otros más cercanos a los cantos de los monjes, de aire medieval... unos inductivos y otros más meditativos. 




¡Hasta la próxima!

martes, 23 de febrero de 2016

LAS BATUECAS SIERRA DE FRANCIA: Encinas, agua, y retratos del pasado.

Hoy, en un día totalmente primaveral, me acompaña mi amiga y compañera de “pajareo” Diana. Elegimos como destino de paseos y observaciones el Parque Natural de Batuecas y la Sierra de Francia.

EL Parque Natural se encuentra situado en la vertiente meridional de la provincia de Salamanca, aunque en nuestro recorrido iremos introduciéndonos en ocasiones en los límites con Extremadura.

En dos horas llegamos a La Alberca, y directamente nos dirigimos a la Casa del Parque, a los pies de la imponente Peña de Francia (no subimos, pero las vistas desde allí deben ser espectaculares). Allí, nos brindan información, ya que ninguna de las dos conocemos la zona, y Diana aprovecha a sellar su Cuaderno del viajero y recibe como premio una camiseta con la Cabra Montés impresa, el emblema de este Parque. ¡A mí siempre se me olvida!


La ruta

Nos aconsejan que sigamos las carreteras haciendo una ruta circular que finalmente vuelve a morir a La Alberca, haciendo paradas en algunos de los puntos más interesantes.

Mapa de ruta


Este es el mapa de la comarca. He señalado con números los lugares donde hemos hecho parada, en orden ascendente de recorrido.


“Ruteando” entre encinas

Nos ponemos en marcha comenzando a descender desde los altos de la Sierra hasta la parte baja esculpida por el “Regato de la Jorra”. 

Hacemos varias paradas en miradores (puntos 2 y 3) para contemplar las magníficas vistas.

Lo que más me llama la atención recorriendo estas sinuosas carreteras, es la vegetación: entre amplios bosques de encinas (Querqus ilex) de singulares formas retorcidas (seña de identidad de este espacio), encontramos alcornoques (Quercus suber), tejos (Taxus baccata), madroños (Arbutus unedo) y enebros (Juniperus communis). Ocupando la jara pringosa (Cistus ladanifer)  y el brezo (Erica sp.) (en flor),  los espacios que éstos dejan.

Otro aspecto bastante llamativo es la geología, predominantemente granítica, y salpicada de pizarras y cuarcitas, forradas de líquenes crustáceos. Estos materiales forman características  composiciones en el paisaje, sobre todo en zonas altas y en los cortados de las hoces,  compuestos de grandes bloques en forma casi geométrica, además de amplios canchales de piedra.

En uno de los miradores hay una fuente antigua, protegida por hiedra (Hedera hélix) y custodiada por un inmenso alcornoque del que me quedo fascinada.


Corteza del alcornoque

Yo, aprovecho, a recolectar con prudencia algunas muestras de plantas y ramas, para añadir a mi herbario, mientras Diana se lleva recuerdos con su cámara de fotos.

En conjunto, un paisaje muy llamativo a mis ojos, acostumbrados a las vistas de la Cordillera Cantábrica.


El río Batuecas y el Santuario de San José

Como paseo recomendaría el que va desde el Santuario de San José (habitado pero no visitable) (punto 4 en el mapa), hasta las pinturas rupestres del “Canchal de las cabras pintadas” (4 km ida/vuelta).  Más que las pinturas en sí (las cuales no dejan de ser una reliquia de nuestra historia, pero que se encuentran en un estado bastante deteriorado), destacaría la belleza del entorno, desde el mismo aparcamiento, hasta el final de la ruta.


Paseo entre el río Batuecas y la pared del Santuario de San José

El río Batuecas, claro y cristalino, serpentea entre piedras y raíces, haciéndole pasar por numerosos saltos y cascadas, que en esta época bajan con bastante agua. Es una zona de sotobosque donde podemos avistar algunas de las pocas aves que identificamos en la jornada, ya que hemos estado más pendientes de la cámara de fotos que de los prismáticos en esta ocasión. Pinzones vulgares (Fringilla coelebs), herrerillos (Cyanistes caeruleus) y carboneros (Parus major), etc., cantan entre los robles (Querqus robur), castaños (Castanea sativa), y abedules (Betula pendula).

Nos detenemos a observar un eucalipto (Eucalyptus Globolus) de enormes dimensiones flanqueando uno de los muros del citado monasterio.


Eucalipto del Santuario de San José


El Meandro del río Alagón

Como enclave natural imprescindible de este territorio, y quizás una de las vistas más espectaculares que he podido apreciar últimamente, destacaría el Meandro del Melero.  Se encuentra en el límite oriental de las Hurdes, dibujado por el río Alagón, por lo que desde el “Mirador de La Antigua” nos podemos hacer una idea de las características de este singular paisaje.



Vistas desde el "Mirador de la Antigua"

Para acceder al mirador hay que ir hasta el pueblo de Riomalo de Abajo, y tomar un camino rodeado de pinos (Pinus sylvestris) en la parte  baja, y de bosque de matorral, jara, y brezal en la zona más alta,  de unos 2 km y medio, al que se puede subir en coche.
Las vistas del meandro son espectaculares. Minado de pinos y bordeado por arenas y limos que deposita el río en su sinuoso trayecto, en el que crece vegetación herbácea de un intenso color verde claro.
Además nos han dicho que es un buen lugar para ver y escuchar la berrea del ciervo.


Mirador de las Juntas y el Puente de piedra

Después de la abrumadora sensación que nos llevamos después de esta parada, seguimos ruta y nos dirigimos hacia el “Mirador de las Juntas” (punto 6), allá donde el río “Cuerpo de Hombre” vierte sus aguas al río Alagón, que apenas un km atrás ya lleva la compañía de las aguas del rio Francia. Destacamos el bonito puente romano, que peina estas aguas.


Miranda del Castañar y Mogarraz

Nos acercamos ya al final de la jornada,  en busca de dos pueblos de los que nos han hablado mucho y que son de visita obligada: Miranda de Castañar, y Mogarraz.


Miranda del Castañar se encuentra apoyado sobre un alto, dominando toda la sierra. Se caracteriza por la muralla y sus cuatro puertas, que al pasar por ellas, te transportan a la vida en una ciudad medieval. Destacan a su vez numerosos monumentos, como el castillo, el cual nos da una idea de la importancia que tuvo esta localidad en el pasado.  
  
Pero lo que más nos gusta es adentrarnos y perdernos por sus estrechas calles, apuntaladas por casas y casonas (algunas blasonadas) que mantienen por completo toda su belleza medieval.




Miranda del Castañar

Abandonamos sus calles para adentrarnos en las de Mogarraz, mas intrincadas y estrechas,  presentado una estructura urbanística de trama más medieval aun si cabe.
Al llegar, nos encontramos con una sorpresa, que yo rápidamente supe identificar, ya que casualmente la pasada semana había visto un documental que hablaba sobre “La exposición Retrata-2-388”.

En ella, el artista Florencio Maíllo, realiza 388 retratos sobre planchas de metal utilizando como modelo las fotografías que en los años 40 ordenó hacer el alcalde del pueblo a todos los habitantes mayores de edad, para el carnet de identidad. Así, cada retrato, cargado de miradas e historia, cuelga de las casas donde viven o vivieron sus protagonistas.




Mogarraz, y retratos de Florencio Maíllo en Mogarraz

¡Que iniciativa tan bonita y curiosa!

Con la mente cargada de viejas miradas de mogarraceños, nos despedimos hasta la próxima.